Textos y Fotos : José Calderón
En este Día Nacional del Café, AgroNegociosPerú considera apropiado hacer un balance de su evolución más allá de solo las cifras producidas. Los caficultores peruanos han evolucionado mucho en estos años y los resultados en conjunto, incluidos los cambios cualitativos, prueban un profundo cambio.
De la conciencia a la responsabilidad
De no existir hasta hace algunos años en el mercado mundial de los cafés especiales, hoy no solamente están presentes los aromáticos granos peruanos, sino que se dan el lujo de ganar torneos internacionales de calidad y venderlos en algunos casos a precios excepcionales. Atrás quedaron las malas prácticas y, luego de tomar conciencia del error, pasaron a la responsabilidad de corregir.
Cooperativas como CENFROCAFE, que de ser apenas un sueño exportador, ahora embarcan hasta 500 contenedores anuales, otras como la Cooperativa Prosperidad de Chirinos, San Fernando o Inkahuasi han seguido también ese rumboal igual que los cafetaleros del VRAEM o Pichanaki.
En cambio muchas otras han tenido que pagar por sus errores. Se ganaron una desconfianza crediticia que a la larga le ha obligados a caminar solos por el mundo.
Recuperar la confianza no solo de sus viejos mercados, sino de bancos extranjeros. Sea Rabobank de Holanda o de empresas como Café Direct de Londres. ¿acaso no es extraordinario?
Algunas cooperativas, reconocidas como buenas pagadoras, cambiaron. De las cenizas, resurgieron, inclusive recibieron asistencia técnica internacional y la aprovecharon. Alguna modernizó su planta generadora de energía, otras pensaron en vender panelas, otras se reinventan con nuevos servicios.
Inclusive CENFROCAFÉ abrió por primera vez una oficina en Suiza para no depender del todo de los intermediarios mundiales.
Pese a desastres como la roya amarilla (el COVID-19 del Café) los caficultores se vieron obligados a modernizarse -no sólo en manejos agronómicos- sino también para acceder al comercio justo y a mercados de calidad. Para ello hoy tienen sus laboratorios de cata y tostado, y hasta catadores QGrade de Puno, Cusco, Satipo. También tienen sus propias cafeterías en ciudades como Jaén, Quillabamba (de la empresa AICASA), COCLA, en Cusco dotadas todas con máquinas para café espresso, hace unos años imposible de imaginar.
El caficultor, lejos de la estereotipada foto de de agricultor sufrido, que trabaja en los suelos más difíciles, con pendientes de hasta 45 grados, es otra cosa. Sea hombre o mujer es gente de carácter afable, contador de chistes, muchas veces de alto tono, que sabe vivir, “fiestear”, y poner «chapas» a sus amigos, Se divierte pero también se adapta rápidamente a las exigencias del mercado al que vende.
Cometió muchos errores en el pasado, despilfarrando el dinero cuando era buena época y olvidándose de abonar sus suelos, fue poco cuidadoso en conservar sus mercados, ( algunos nunca debieron mojar los granos para ganar peso), y quizás debieron invertir más en su chacra.
Catador Q Grader, Edwin Quea, al frente de su propio emprendimiento
Pero eso es historia. El caficultor de hoy es un hombre nuevo que se avergüenza si su chacra esta «palotada».
Las cooperativas de ahora compran envasadoras, seleccionadoras de grano ópticas, negocian con el mundo vía zoom, están al día de si hay heladas en Brasil y saben buscar nuevas y mejores maquinarias.
En los dos últimos lustros han mejorado mucho, pero se han olvidado de escribir su historia, de cuando se reunían en una montaña para captar la señal de la BBC de Londres y saber cuánto era la cotización del día, cuando despulpaban en piedra, cuando cargaban en acémilas los sacos de café más finos -aún lo siguen haciendo en algunas zonas- , o cuando debían abandonar sus pueblos cada noche para dormir entre sus cafetos y solo así salvarse de los “cumpas” o terroristas. ¿Cuántos caficultores fueron asesinados entonces ?
Ellos saben esa historia y también saben que no hay una sola estatua al caficultor que resistió.
Pero cambios culturales se han dado. Cómo no negar que evolucionaron a la hora de mejorar sus tareas en el campo, en la cosecha diferenciada al color, o en la selección de granos, en afinar el fermento según las condiciones de clima, en lanzar sus fitotoldos para no más verse sorprendidos por la lluvia.
Miles, no todos, se han bancarizado para evitar los asaltos en las carreteras, y lo mejor, han escuchado y reaccionado a lo que pide el mercado.
«Noches del Café» ya hay en toda la amazonía peruana y las promueven empresas, cooperativas chicas, medianas y grandes.
Sea en Cochapampa, Jaen, Chirinos, Ocobamba, Pangoa, en Cusco, Junín, Cajamarca, Puno, Ayacucho, Pasco, hasta en Apurímac, la calidad ha sido un gran avance, en bien de la productividad y afianzamiento del mercado.
Pequeños maestros del café comenzaron a exportar micro lotes y así como hay hijos de cafetaleros que se han vuelto expertos en todos los procesos de embarque, hay servicios de pilado, eventos como la Taza de Excelencia o la Expocafé en la capital, donde el consumo ha aumentado y en esta pandemia ya se encuentran marcas de caficultores en los anaqueles. Falta conservar la calidad, mejorar la logística, entrar a las bodegas.
Falta mucho, es cierto…
Pero nadie puede dudar que se ha avanzado bastante, desde el agricultor -ya no recolector, eso ya casi no existe- , el técnico de campo, el profesional, el científico, el artista, el catador, el barista, el empresario apostador, y esos precursores de traders quienes a veces en un mundo extraño, del campo han saltado a encontrarse con sus compradores de otras lenguas en ciudades como Nürmberg, Seatlle, Atlanta o Paris, siempre con sus granos, dispuestos a ganar mercado, en una experiencia de tú a tú que está cambiándolo todo, aunque pocos se den cuenta.
Y no hablamos de sus dirigentes porque solo ellos falta que se unan al cambio. Al final también han hecho una gran labor, solo que deslucida por su poca capacidad de reconocer el aporte del otro.
¡¡Feliz Día Nacional del Café !!