Por Norma Rojas Marroquín.
¿Por qué en el Perú existe una especie de odio, envidia, resquemor o desconfianza contra las empresas agroexportadoras? ¿Quiénes alimentan ese sentimiento como si se tratara de los nuevos oligarcas del Perú?
Desde hace algún tiempo y de manera recurrente se lanzan ciertas noticias que se esmeran en desdibujar su imagen, pese a ser desde hace casi dos décadas generadoras de divisas, empleo y modernidad y haber cambiado el mapa productivo del país.
¿Las agroexportadoras, hacen bien en ignorar esos ataques? ¿Podemos imaginar en qué pueden terminar esos odios permanentes en un mediano o largo plazo? ¿Un país que ha vivido una ‘Reforma Agraria’ tan devastadora como la del dictador Velasco Alvarado puede olvidar que ésta fue promovida por el mismo gen ideológico de odio?
Hace unos días, por ejemplo, apareció una información en la ONG Ojo Público con el titular “Los niños que el campo y la agroexportación esconden” ¿A qué suena este titular? ¿Acaso no viene a la mente del lector un campo de concentración con niños, en medio de un sol abrasador, obligados a cosechar espárragos o pimientos que luego irán a “inhumanas” plantas empacadoras ?
Foto portada del informe de Ojo Público aludiendo a explotación infantil «fomentada» o «permitida» por la agroexportación
Para aportar cierto toque estadístico institucional internacional, el portal señala que “Los últimos informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) advierten que la crisis económica generada por el coronavirus empujará a las familias más pobres a insertar a sus hijos en el mercado laboral, y con ello se elevarán las tasas de trabajo infantil. En Perú, el riesgo se incrementa por el cierre de colegios y la necesidad de mano de obra barata en los cultivos”.
El reportaje, tipo informe, de varias páginas da un vuelco de 180 grados y, en contra de lo que dice su propio titular, añade -en honor a la verdad- “si bien la labor de menores de edad en el campo ocurre principalmente en la agricultura familiar, parte de sus cosechas termina en la cadena exportadora a través de cooperativas, acopiadores e intermediarios”.
¿En qué quedamos? ¿Dónde está el nombre de la empresa agroexportadora explotadora de niños que generó ese titular? Si admiten que el “trabajo infantil” se da en la agricultura familiar ¿por qué el titular incrimina a las agroexportadoras?
Ojo Público, no se detiene allí y en aras de criminalizar el asunto recuerda que la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral (Sunafil) “no puede demostrar si alguna vez aplicó sanciones por este tema”. La pregunta se contesta por sí sola.
Y aquí viene lo bueno. El medio señala que meses antes del estado de emergencia, el portal visitó los sembríos de café y cacao en la selva de Cerro de Pasco para conocer la relación de los agricultores de esta zona amazónica con el trabajo infantil y en esta parte delata que el reportaje al respecto fue realizado nada menos que en una triple alianza con la plataforma latinoamericana de periodismo CONNECTAS y con el apoyo del International Center for Journalists (ICFJ) el cual, según el portal “En el siguiente reportaje (… )se evidencia la delgada línea entre la agricultura familiar y las labores de riesgo que realizan los menores de edad.
Entonces, el titular tendría que haber sido algo así como “Los niños que el campo y la agricultura familiar esconden”
En vez de tomar ese camino toman un atajo forzado para llegar al terreno que les interesa que es culpabilizar a las empresas agroexportadoras y solo puede esbozar la siguiente intriga: “La industria que convirtió al Perú en uno de los principales exportadores mundiales de café, palta, arándanos, cacao, y que produce 7.500 millones de dólares al año, no controla el trabajo infantil en los cultivos dentro de su cadena de suministro”.
No es solo este caso aislado una muestra de esa sistemática fustigación a la empresa. A inicios de la cuarentena, periodistas de algunas emisoras y medios on line muy populares en Ica montaban operativos conjuntos -con la policía y la SUNAFIL- y cámara en mano iban, como quien va de cacería, a los fundos tras algún trabajador sin mascarilla o buscando grupos de jornaleros haciendo labores en campo abierto sin el debido distanciamiento.
Al no encontrarse estas pruebas en medio de los campos de uvas, incluso sugirieron utilizar drones para detectarlos desde el aire y castigarlos con el cierre de sus operaciones.
Anécdotas aparte, salvo algunos casos aislados en los que se ha sancionado correctamente, las empresas agroexportadoras en general cumplen una serie de protocolos no solo de sanidad sino de orden laboral por exigencia de sus mercados. Incluso en medio de la pandemia han estado colaborando de diversas maneras con las localidades a las que pertenecen geográficamente.
Por otro lado, lo que sí es preocupante en medio de este enredo demagógico, es que se condene la práctica del trabajo que los agricultores en general inculcan a su niños enseñándoles las tareas del campo.
El “trabajo infantil” ha sido convertido aquí en el pretexto para atacar a las agroexportadoras desconociendo estos grupos ideologizados la existencia de los Colegios de Alternancia que el país posee en lugares muy distantes, como las selvas de Echarati, en La Convención, Cusco, con un sistema donde el estudiante -para evitar las largas caminatas diarias a su casa- es albergado por quince días de cada mes mientras recibe conocimientos como cualquier escolar además de formación en tecnología agraria.
Esta familia de caficultores de Echarati, La Convención, Cusco vive a varias horas de la carretera más próxima. Con ayuda de la municipalidad local han enfrentado la pobreza con proyectos forestales y de café. Sus niños van al colegio de alternancia instalados con ayuda de la empresa privada. El modelo ha sido tomado de Francia. Su tarea habitual es implementar una chacra modelo como se les enseña en el colegio FOTO JOSÉ CALDERÓN
Estos estudiantes de secundaria, hijos de campesinos, deben aplicar lo aprendido en la escuela, en las tierras de sus padres como tarea -entiéndase trabajo- los días que se van a casa. ¿Son entonces estos colegios y sus padres, explotadores?
Lo extraño es que por desidia, pereza o indiferencia de parte de las empresas agroexportadoras o de sus gremios representativos, estos grupos ideologizados que usan al periodismo como fachada, no reciben ninguna respuesta con lo cual las campañas direccionadas e interesadas terminan estableciéndose como “verdades”.
Desmentir este tipo de informaciones contribuiría con deshacer el complot que ciertos grupos interesados preparan contra el propio empresario agroexportador y que no necesariamente es el millonario-blanco-elitista-clasista-explotador que han construído en el imaginario colectivo, por el contrario, el tejido empresarial agroexportador de hoy es mestizo-emprendedor-técnico-profesional en el que no falta una cuota importante de audacia y energía para salir adelante pese a las adversidades.
Este tema nos recuerda un poco la satanización de la gran minería y el silencio cómplice cuando se trata de la minería informal que en las sombras explota hombres, mujeres y niños y daña al medio ambiente.
La falta de respuesta de los gremios del sector agroexportador, y de la empresa privada en general, es, una vez más, perder el partido por walk-over.
2 thoughts on “¿Quién alimenta el odio contra las empresas agroexportadoras?”
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Solo para agregar que los profesionales del campo son altamente competitivos formados en medio de la tecnología, sector que está permitiendo la formalizacion tanto de las empresas como de sus profesionales del campo es como siempre me he dirigido a ellos porque la labor que realizan requiere de mucha habilidad, mis respetos a mis amigos agricultores.